Parece, sabe y huele a hamburguesa, pero tienes que llamarlo «disco vegetal»: el Parlamento Europeo decide el futuro (terminológico) de la carne de mentira
Esta semana, el Parlamento Europeo discute dos enmiendas que plantean prohibir el uso de palabras como ‘hamburguesa’, ‘salchicha’ o ‘escalope’ para productos vegetales. La idea general es impedir que los productos de origen vegetal «utilicen nombres típicamente asociados con productos cárnicos» extendiendo la normativa europea que ya impide poner «leche de soja» o «queso vegano» en los paquetes.
Desde que se presentaron las enmiendas (hace ya más de un año) el mundillo de la producción, distribución y comercialización de todos estos productos ha sido un polvorín. Y es que, bajo la apariencia de un excéntrico debate terminológico, se esconde una guerra abierta entre la industria de la carne y las fuerzas financieras que respaldan el creciente mercado de los productos plant based. Por eso es interesante: porque no está en juego solo un nombre, está en juego el futuro a corto y medio plazo de la comida de alta tecnología.
El lío de los productos vegetales
Las cosas de la UE. En 2017, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictaminó que los productos a base de plantas (como la soja o el tofu) no debían venderse como leche o mantequilla. Según su criterio, los términos lácteos solo podrían usarse para comercializar productos animales. Cosas como la «mantequilla de tofu», el «queso de soja» o «la nata montada de arroz» debían evitar esas denominaciones.
Cito textualmente: “Los productos puramente vegetales no pueden, en principio, comercializarse con denominaciones como leche, crema, mantequilla, queso o yogur”. Eso sí, cuando hablaba de cosas como la mantequilla de cacahuete, la crema de cacao o la leche de coco, abría la mano: el tribunal entendía que eran usos tradicionales que no estaban vinculados a estrategias comerciales concretas (y que podía usarse para confundir al consumidor).
Multitud de intereses. Lo que no sabían en el TJUE era que ese iba a ser solo el principio. Desde 2017 hasta hoy, la carne de mentira ha supuesto un ‘boom’ increíble y eso ha vuelto a poner el debate encima del tablero. ¿Qué hacemos ahora? ¿Seguimos el criterio de los ‘lácteos’ o rectificamos y buscamos denominación más basadas en el aspecto que en su origen? La decisión no es sencilla.
Sobre todo, porque como explica Miguel Ayuso en Directo al Paladar, «toda la industria relacionada con la producción de carne –ganaderos, carniceros y empresas procesadoras– están a favor de que se aprueben estas enmiendas. Pero en su contra, además de los grupos animalistas como Greenpeace, Birdlife o ProVeg, hay grandes multinacionales con intereses en el creciente mercado de los productos plant based –como se conocen en la jerga del sector– de la talla de Nestlé, Unilever o Upfield». Eso hace que, por el momento, el desenlace de la votación no esté claro y las negociaciones estén aún al 100%.
¿Sentido común o «puertas en al campo»? Desde hace años, la política de la Unión Europea ha sido bastante clara en este tipo de debates: se debe apostar por una regulación que evite la confusión al consumidor. Los partidarios de la enmienda (es decir, de prohibir términos como «hamburguesa vegana») señalan que “Se puede dar a entender que son productos con propiedades similares, y no tienen nada que ver». Pero se trata de «productos de características diferentes, con tecnologías de producción diferentes y de composición nutricional totalmente diferentes. Pueden ser un riesgo para la salud para un perfil del consumidor que no esté informado de todos los parámetros nutricionales”.
Por el otro lado, sostienen que “las justificaciones que alegan de confusión de términos no son reales. La gente usa estas palabras porque el lenguaje es algo vivo y lo que se consigue con estas enmiendas es confundir más. Están intentando regular el lenguaje y la gente lo va a llamar como quiera. Si lo llamamos hamburguesa vegetal es porque es a lo que recuerda”.
La imagen general La decisión del Parlamento es importante porque, de una forma u otra, va a incidir sobre la velocidad en la que se van a introducir todos estos productos en el mercado. No obstante, no está claro cuál será el impacto real a medio-largo plazo. En el caso de los productos basados en soja, por ejemplo, la leche no acabó llegando al río.
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