LAS CALLES DE MADRID: JOSÉ CADALSO, escritor y poeta
José Cadalso (1741 – 1782)
Siglo XVIII: Literatura española de la Ilustración
José Cadalso es un escritor ilustrado español, también considerado introductor del romanticismo en España.
Nació en Gibraltar y estudió en los jesuitas de Cádiz y después en París. Viajó por toda Europa contagiándose del espíritu de la Ilustración del momento. Fue cadete en el regimiento de caballería de Borbón y llegó al grado de coronel. Vivió en varias ciudades españolas, entre ellas Madrid, donde tuvo amores apasionados con la actriz María Ignacia Ibáñez, que parece ser murió en sus brazos. Amigo de Nicolás Fernández de Moratín y de Tomás de Iriarte , era uno de los asistentes a la tertulia literaria de la fonda de San Sebastián.
Dejó muchos textos autobiográficos y un epistolario extenso con escritores de la época. Publicó Ocios de juventud (1773), un poemario con regusto entre rococó y romántico. También compuso sátiras , muchas de ellas firmadas con seudónimo, como Kalendario manual y Guía de forasteros en Chipre para el Carnaval del año 1768 y otros, este texto circuló manuscrito, o la serie sobre Los eruditos a la violeta, textos mordaces en los que ridiculizaba el falso barniz cultural que tenían muchos de los petimetres que poblaban los salones del Madrid de la época.
Pero sus dos mejores obras son Cartas marruecas y Noches lúgubres. Cartas marruecas (1788-1789) es un libro en el que Cadalso finge una correspondencia entre dos amigos marroquíes, uno se encuentra en España y el otro en Marruecos, y el supuesto viajero, al que el autor le ha dotado de un gran sentido común, cuenta a su amigo lo que ve en España, por supuesto desde el relativismo de la diferencia de culturas. Cadalso aprovecha para dar su visión crítica sobre el carácter español, la política del momento y la historia de España.
Noches lúgubres apareció primero por entregas en el diario El Correo de Madrid desde 1789 hasta 1790, y después recopiladas en 1792 y 1798. El tema central es la noche y todo lo que sugiere en su aspecto lúgubre: féretros, cementerios, desesperanza y melancolía. No cabe duda de que fue un gran antecedente para el romanticismo español; por otro lado, dado lo novedoso del tema en su momento, se llegó a especular que el propio Cadalso era un profanador de tumbas que incluso había desenterrado el cadáver de su amada Ignacia.
También compuso algunas obras dramáticas, como La Numantina (perdida) y Don Sancho García (estrenada en 1781), pero la crítica literaria no les concede gran valor ni argumental ni estilístico.
Madrid le ha dedicado una calle en el barrio de Carabanchel.
CADALSO Y “LA DIVINA”
“De negros lutos me vestí llorando y de cipreses coroné mi frente, eco doliente me llevó con quejas hasta su tumba»
Es 22 de Abril de 1771 y un Madrid frío y triste sepulta los restos de María Ignacia Ibáñez y cubre para siempre de dolor el corazón de Cadalso.
José Cadalso, militar y poeta. Laureado en la Guerra con Portugal en la que obtiene el rango de Capitán y entabla amistad con el Conde de Aranda que se convertirá en su preceptor. Se traslada a Madrid donde comienza a frecuentar tanto los camerinos de comediantes como las tertulias de literatos.
Es en esta época cuando conoce a una joven actriz María Ignacia Ibáñez, que a pesar de su juventud, ya despunta como gran actriz en Compañías como la de Juan Ponce.
El amor surge entre ellos.
«Nunca sabremos en un primer encuentro, la influencia que esa persona va a tener en nuestra vida. ¿O sí?».
Se convierte en su musa, a la que llamará Filis en sus versos. Para María Ignacia, nada existe fuera de ese amor.
Vive la actriz en la calle Santa María.
Es el día de San José, onomástica de su amor y todo son brindis y alegría, ajenos a la tragedia que vivirán poco después, mientras en Madrid el olor a la incipiente Primavera, lo inunda todo.
Termina la Semana Santa y con ella la vida de María Ignacia por unas fiebres tifoideas mal diagnosticadas. Sus restos son trasladados a la capilla de la Virgen de la Novena, patrona de las gentes del teatro, en la Iglesia de San Sebastián y después sepultados en el pequeño cementerio anexo a ésta. Cadalso pasa las noches junto a la losa sepulcral, llorando y llamándola. Después llegará la sinrazón.
En su desesperación elabora un macabro plan, sacarla de su tumba y llevarla a la casa que iban a compartir. Ofrece dinero a Lorenzo el sacristán para que le ayude, al final la codicia de éste hace que claudique y le ayuda.
Es el día fijado y una sombra errante recorre la calle de las Huertas alumbrado por un pequeño farolillo. Es medianoche, la hora prevista y la puerta de hierro del pequeño camposanto se abre sin dificultad, todo es oscuridad y silencio, el sepulturero le acompaña.
_Esta es la tumba.
Es tal su deseo de abrazar de nuevo a María Ignacia, que no se ha percatado que unos pasos más atrás dos hombres le siguen, son los enviados del Conde de Aranda que conocedor del siniestro plan, acuden para evitarlo. Se llevan preso al sacristán y conducen a Cadalso ante el Conde, que le envía destinado a Salamanca para alejarlo del recuerdo de su amada.
Él sigue viajando a Madrid y frecuentando las tertulias de la Fonda de San Sebastián, desde cuyo ventanal puede ver la sepultura de su amada «Filis».
«En todas las mujeres que se cruzan conmigo la busco, la escucho en sus voces y en sus ojos veo los suyos»
El 27 de Febrero de 1782, en plena Guerra contra Inglaterra, Cadalso es herido de muerte, pero su corazón había quedado sepultado 11 años antes en el Barrio de las Letras de Madrid junto a su amada.
Los restos de María Ignacia desaparecieron en 1809 en las mondas de huesos ordenadas por José Bonaparte cerrando los cementerios anexos a las Iglesias.
Hoy el lugar que ocupó el viejo camposanto, se llama el Jardín del Ángel y conserva el viejo árbol centenario junto al que estuvo enterrada » la Divina»
JOSÉ BONAPARTE y LA CONDESA VIUDA DE JARUCO.
Hemos mencionado a José Bonaparte y también él fue protagonista de una historia de amor y pasión con final trágico con su amante la Condesa viuda de Jaruco, a la que regaló un palacete en la calle del Clavel, para que fuera escenario de sus encuentros amorosos.
La Condesa murió al poco tiempo afectada también por Fiebres tifoideas y José Bonaparte la misma noche de su entierro en el Cementerio General del Norte, ordenó que la sacaran de su tumba y la trasladaran al jardín de su Palacio de la calle del Clavel para ser sepultada bajo el árbol que tantas veces les sirvió de cobijo para sus encuentros amorosos, cuando el galán de noche abría sus flores con su mejor aroma.
Autoría: Maristerios.
Bibliografía
http://www.rinconcastellano.com/ilustracion/cadalso.html#
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