Un misionero mormón sobrevive a los atentados de Boston, París y Bruselas
Mason Wells se puede considerar a sí mismo como el hombre con más suerte del mundo. O con la peor, según se mire. Este misionero mormón originario de Utah ha sobrevivido a los atentados de Boston, París, y ayer, al del aeropuerto de Bruselas.
La primera vez que la fortuna sonrío a Wells fue en 2013. Su madre, Kimberly, corría la maratón de Boston, y el joven acudió junto a su padre a animarla. Cuando las bombas colocadas por los hermanos Tsarnaev explotaron, ellos se encontraban a tan solo una calle de distancia. Ningún miembro de la familia resultó herido, pero tuvieron que huir corriendo y vivieron en primera persona las escenas de caos tras las detonaciones que se llevaron por delante las vidas de civiles y dejaron heridas de gravedad a 280 personas.
La ‘segunda vida’ gastada por Mason fue en París, el pasado 13 de noviembre. El joven se encontraba allí en misión religiosa: su familia pertenece a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y en ella todos los fieles mayores de edad son ordenados para emprender peregrinaciones proselitistas por el mundo. En la capital de Francia residía cerca de los lugares en los que se produjeron los tiroteos contra los clientes de bares y restaurantes. Tuvo que pasar la noche de los atentados encerrado en casa, sin poder salir por orden policial.
En Bruselas no tuvo tanta suerte como en los dos primeros sucesos. Si en París o Boston fue un espectador de primera línea, en la capital belga sufrió directamente las consecuencias de la barbarie islamista.
Según informa ABC News, el martes Mason acompañaba a Fanny Rachel Clain, una hermana francesa que viajaba a Estados Unidos desde el aeropuerto de Zaventenem cuando la deflagración les pilló cerca. Tanto, que el joven acabó en el suelo sangrando. Sus heridas son moderadas: tiene roto el tendón de Aquiles, quemaduras en la cara y algo de metralla impactó en su cuerpo.
Como no podía ser de otra manera, Mason Wells atribuye su suerte y el hecho de que ningún miembro de su congregación fuera herido de gravedad a una intervención divina. “Estábamos en el epicentro de la explosión”, explican al mismo medio estadounidense su familia. “Es una bendición de Dios que esté vivo”, aseguran.