La culpa es de los videojuegos
Durante los primeros años de vida de la industria, la guerra entre desarrolladoras se libraba en el campo de las máquinas recreativas. Y era una guerra sin tregua en la que todo valía. Las diferentes empresas del sector copiaban descaradamente los juegos de mayor éxito de sus competidores tratando de replicar, o al menos de beneficiarse, de su popularidad. Ese era el caso de Death Race, un primitivo juego de conducción que logró hacerse famoso por méritos propios y que supuso la primera gran polémica protagonizada por los videojuegos.
Death Race enseñaba a atropellar a gente, según sus críticosA mediados de la época de los 70 los videojuegos todavía eran una industria en pañales. A pesar de la fama de juegos como Pong, se trataba de un modelo de negocio que disfrutaba solo de éxitos puntuales. El elevado precio de los soportes hacía que la difusión de los juegos se limitara, principalmente, a los salones recreativos y algunos restaurantes familiares. El mercado doméstico apenas había sido tanteado, pero los videojuegos ya habían logrado desplazar a otro tipo de plataformas de juego electrónico como los pimball. Este tipo juegos mecánicos eran incluso más caros de mantener y atraían ya a muchos menos usuarios. De ahí que multitud de empresas, entre las que destacaba especialmente Atari, trataran de hacerse con una posición privilegiada lo antes posible.
Exidy era una desarrolladora y distribuidora que había licenciado con cierto éxito el juego Demolition Derby, en el que pequeños coches chocaban unos contra otros en la pantalla mientras trataban de no ser destruidos. La buena recepción del juego hizo que Exidy decidiera variar ligeramente el concepto original para lanzar otro juego: en lugar de perseguir a otros coches, los jugadores utilizarían el volante de la máquina recreativa para atropellar a personas.
En la actualidad aún se acusa a Fortnite de convertir a los jóvenes en monstruosDeath Race ofrecía puntos al jugador por cada pequeño personaje atropellado, que quedaba sustituido en pantalla por una pequeña lápida. Howell Ivy, uno de los creadores del juego explicaría muchos años después que en aquel momento no tenían ni idea de que semejante detalle desataría una gran polémica: «El juego era divertido y estimulante. No había ninguna motivación ni intención de crear el primer videojuego polémico». Pero Death Race provocó el primer escándalo relacionado con los videojuegos y sus libertades morales.
Tal como detalla Ivy, la polémica comenzó en Seattle cuando un periodista entrevistó a la madre de un jugador escandalizada porque según ella Death Race «enseñaba a atropellar y a matar a la gente». La agencia Associated Press se hizo eco de la noticia y la difundió a nivel nacional. A partir de aquel momento fue imposible tratar de detener un debate público entre medios, políticos y psicólogos que hicieron frente común contra tan perniciosa actividad electrónica. No ayudó tampoco que un representante de la empresa dijera que «si la gente se divierte atropellando a peatones, habría que permitírselo.»
Tratando de defenderse de una opinión pública hostil. Exidy se inventó un campaña promocional del juego en la que se explicaba que en el juego en realidad se atropellaba a demonios, y no a personas. Pero no resultó en absoluto efectiva o creíble. Además el daño ya estaba hecho: el Dr. Gerals Driessen describió Death Race como un adalid del cambio «insidioso» en el que la gente pasa de ser espectadora de la violencia, en referencia al cine o la televisión, y comienza a participar de ella y ejercerla en los videojuegos.
No hubo ninguna intención de crear el primer videojuego polémicoDeath RaceSe trata de un argumento que a día de hoy se utiliza en contra de los videojuegos más violentos. Según Ivy, Exidy recibió numerosos mensajes intimidatorios, incluyendo una amenaza de bomba en sus oficinas. A pesar de la mala prensa, y de que algunos negocios retiraron el juego de sus locales, en general aumentó la demanda de Death Race en muchos salones de juego, por lo que se podría decir que los videojuegos lograron sacar cierto rédito económico a su primer gran choque con la opinión pública, si bien su imagen quedaría empañada para siempre.
Más de treinta años después, la relación de los videojuegos con la prensa generalista sigue siendo complicada. Un fenómenos actual como Fortnite todavía protagoniza titulares en los que se le acusa de «convertir a los niños en monstruos». Noticias que siguen teniendo calado en la sociedad, a pesar de las evidencias de que algunos medios fomentan la mala imagen de los videojuegos, llegando incluso a ofrecer dinero a cambios de declaraciones en contra de determinados títulos.
FUENTE
XATAKA