1001 batallas que cambiaron la historia – Batalla de Magnesia (190 a.c.)
Antecedentes
Después de la derrota macedonia de Cinoscefalos en el año 197 AC, Roma firmó una serie de tratados mediante los cuales se retirarían sus fuerzas del territorio griego.
Los etolios, tras la retirada de Grecia de los romanos, al principio habían concebido esperanzas de que Antíoco se adueñaría de una Grecia desocupada, y que tampoco Filipo o Nabis tirano de Esparta permanecerían pasivos. Cuando vieron que en ninguna parte se producía ningún movimiento convocaron una asamblea en Naupacto. la principal queja que se expuso fue que los etolios eran, de todos los pueblos y ciudades de Grecia, los menos recompensados. decidieron enviar embajadores a los reyes de su entorno no sólo para sondear sus intenciones sino además para impulsarlos, con estímulos apropiados en cada caso, a una guerra contra Roma. Damócrito recibió la misión de entrevistarse con Nabis de Esparta, Nicandro lo haría con Filipo de Macedonia, mientras que la principal embajada recayó en Dicearco, que debía reunirse con el rey Antíoco III Megas.
Toda Grecia estaba pendiente de la llegada de noticias sobre Antíoco. Los etolios queriendo provocar un cambio en la situación tomaron la decisión de ocupar Demetriade, Calcis y Esparta.
Demetriade pasó inmediatamente a manos etolias. A Esparta se enviaron 1.000 hombres con la escusa de ayudar al tirano; Nabis cayó en la trampa y fue asesinado pero los etolios fueron repelidos de la ciudad incorporándose los ciudadanos a la Liga Aquea. Calcis se negó a abandonar el bando romano.
A Antíoco lo retenían las ciudades de Esmirna, Alejandría de Tróade y Lampsaco. Hasta entonces se había sido incapaz de tomarlas bien por la fuerza o bien con promesas; no quería dejarlas a sus espaldas cuando pasara a Europa. Al conocer la noticia de que Demetriade había pasado a manos etolias ya no esperó más.
Antíoco partió hacia Grecia con una flota de 40 naves cubiertas y 60 descubiertas, seguido de 200 de transporte con provisiones de todas clases y otro tipo de material bélico. Primero puso rumbo a la isla de Imbros; de allí cruzó a Esciatos, donde reagrupó las naves que se habían dispersado en alta mar y llegó a Pteleo. Allí acudieron a encontrarse con él desde Demetriade Euríloco y los dirigentes de los magnetes. Satisfecho de que fueran tantos, al día siguiente hizo su entrada en el puerto de la ciudad con la flota y desembarcó las tropas no lejos de allí. Había llevado tan solo 10.000 soldados de infantería, 500 jinetes y 6 elefantes, fuerzas apenas suficientes para ocupar una Grecia indefensa, pero no para afrontar una guerra contra Roma.
Los etolios, nada más recibir la noticia de que Antíoco había llegado a Demetriade, convocaron una asamblea general y elaboraron un decreto invitándolo. El rey había salido ya de Demetriade porque sabía que tomarían esa decisión y llegó hasta Fálara, en el golfo Malíaco. Tras recibir el decreto marcha de allí a Lamia, siendo recibido por la multitud con enorme entusiasmo entre aplausos y aclamaciones. Se estimó que lo mejor era dirigirse primero hacia Calcis en la isla Eubea. Cunado llegó, toda la isla de Eubea se pasó al bando del rey Antíoco, tenía así la impresión de haber iniciado la guerra con muy buen pie.
Batalla de las Termóplias (191 AC)
Entraron en funciones los cónsules Publio Cornelio Escipión Nasica y Manio Acilio Glabrión, siendo este último enviado a Grecia. Durante el invierno Antíoco intentó recabar el apoyo de las ciudades y pueblos enviando mensajeros y acudiendo en persona. Algunas embajadas se dirigieron a él por propia iniciativa como la de los epirotas y los eleos.
Después de una ofensiva inicial sobre Tesalia en la que se rindieron algunas plazas a Antíoco, Marco Bebio Tánfilo (en calidad de pretor) unió sus tropas con las del rey Filipo e iniciaron una contraofensiva.
Las ciudades tomadas por Antíoco se rindieron una tras otra. En Pelino pusieron cerco a la ciudad, que estaba defendida por una guarnición de 500 infantes y 40 jinetes al mando de Filipo de Megalópolis. Viendo la posibilidad de que podían sitiar dos plazas simultáneamente, se acordó que el rey Filipo se dirigiera a Limneo mientras que Bebio Tánfilo se quedase a sitiar Pelineo.
Es en aquella época cuando el cónsul Manio Acilio Glabrión llegó a Grecia al mando de 20.000 infantes, 2.000 jinetes y 15 elefantes, ordenó a los tribunos militares que marchasen con la infantería hacia Larisa mientras que él se dirigió con la caballería a Limneo para reunirse con el rey Filipo. Con la llegada del cónsul la rendición de Limneo fue inmediata. De allí marcharon hacia Pelineo en donde se rindieron los atamanes y la guarnición macedonia de Megalópolis.
Manio Acilio marchó a Larisa con la intención de discutir allí las líneas generales de la guerra. Las ciudades de toda la región comenzaron a pasarse a los romanos, en especial los atamanes, a los cuales se les trató con indulgencia para ganarse la adhesión de todo su pueblo. Como el primer objetivo de Manio Acilio era apoderarse de Atamania (Filipo estaba muy interesado también en hacerse con esta región) llevó a su ejército en aquella dirección con los prisioneros en vanguardia; estos influyeron entre sus conciudadanos resaltando y aclamando la generosidad y la clemencia del rey Filipo. El resultado es que toda Atamania quedó bajo la autoridad macedonia; Filipo empezaba a recibir el pago de su apoyo a Roma.
Manio Acilio se detuvo en Larisa algunos días para dar descanso a los animales de carga, agotados por la travesía marítima y las marchas posteriores; con un ejército ya descansado siguió la marcha hasta Cranón. A su paso se rindieron Fársalo, Escotusa y Feras, así como los soldados de Antíoco que se encontraban allí de guarnición. A continuación recuperó Proerna y las posiciones fortificadas de sus alrededores, iniciando después una marcha hacia el golfo Malíaco. Cuando se acerca a las gargantas sobre las que está situada Táumacos fue atacado desde las alturas; Acilio destacó a un tribuno con dos manípulos para que cortasen el acceso de regreso a la ciudad de los atacantes y, adelantándose rápidamente, se apoderaron de una Taumacos indefensa. Los emboscados se percatan de la situación y corrieron hacia la ciudad siendo masacrados por los dos manípulos situados a cerrarles el camino.
Al día siguiente Acilio marchó hacia el río Esperqueo y desde allí saqueó los campos de Hípata (ya en territorio de la Liga Etolia).
El rey Antíoco, que se encontraba en Calcis, envió mensajeros a los etolios para que movilizasen a todos los hombres que pudieran y se reunieran con él en Lamia hacia donde se dirigía al frente de 10.000 soldados y 500 jinetes. Al llegar al punto de reunión, el rey descubrió que el número de efectivos concentrados no era el esperado.
Antíoco estableció su campamento dentro del desfiladero de las Termópilas, añadiendo defensas para dificultar el paso. Lo fortificó todo con doble empalizada y foso e incluso con un muro donde la situación lo requería, empleando para ello las piedras que había en gran abundancia; después, plenamente confiado en que el ejército romano jamás atacaría por allí, envió una parte de los 4.000 etolios (esa era la cifra que se había reunido en Lamia) a ocupar la ciudad de Heraclea, situada justo delante del desfiladero, y otra parte la envió a Hípata, pues estaba convencido de que Manio Acilio atacaría Heraclea.
Manio Acilio devastó primero el territorio de Hípata y luego el de Heraclea, resultando ineficaz en ambos casos la ayuda de los etolios, y después acampó en el mismo desfiladero, junto a las fuentes termales, enfrente del rey. Los dos destacamentos etolios se encerraron en Heraclea.
Antíoco temiendo que Acilio descubriese algún sendero por donde rebasarle. Envió a Heraclea un mensaje a los etolios para que ocupasen y bloqueasen las cimas de los montes de alrededor, para que los romanos no pudiesen pasar por ningún sitio. Cuando los etolios oyeron el mensaje, surgieron disensiones entre ellos. Unos estimaban que se debía obedecer la orden del rey y acudir, y otros, que había que permanecer en Heraclea a la espera de resultados, para tener dispuestas tropas frescas con que prestar ayuda a sus ciudades vecinas si el rey era vencido por el cónsul, y si él resultaba vencedor, para perseguir a los romanos cuando huyesen en desbandada. Finalmente llegaron a un acuerdo, 2.000 se quedarían en Heraclea, y los otros 2.000, repartidos en tres grupos, ocuparían las crestas de Calídromo, Roduncia y Tiquiunte.
Cuando el cónsul vio que las alturas estaban ocupadas por los etolios, envió a los legados consulares Marco Porcio Catón y Lucio Valerio Flaco con 2.000 hombres de infantería cada uno a los puntos fuertes de los etolios: Flaco iría a Roduncia y Tiquiunte, y Catón al Calídromo. Él dio una breve arenga a sus fuerzas recordándolos que el desfiladero del río Aoo era más difícil de salvar éste, y Flaminio lo había hecho, así es que debían atacar para distraer a los enemigos mientras. Al despuntar el día dio la señal de combate y el cónsul formó al ejército en orden de batalla con un frente estrecho, a tenor de la configuración del terreno.
Antíoco, nada más avistar las enseñas de los romanos, formó también él sus tropas. Colocó parte de la infantería ligera en primera posición, delante de la empalizada; a continuación, como bastión alrededor mismo de las defensas, situó lo mejor de sus tropas, los llamados sarisóforos. Junto a estos, en el flanco izquierdo, al pie mismo de la montaña situó una unidad de lanzadores de venablos, arqueros y honderos, con la misión de hostigar el flanco descubierto del enemigo desde su posición más elevada. Desde la derecha de los sarisóforos hasta el final mismo de las fortificaciones, donde el fango pantanoso y las arenas movedizas cierran una zona intransitable hasta el mar, colocó los elefantes con la habitual protección armada; detrás de ellos, la caballería, y a continuación, dejando un breve espacio, el resto de las tropas en la segunda línea.
El cuerpo principal de la infantería situado delante de la empalizada, al principio contuvo sin dificultad a los romanos que intentaban la penetrar por todas partes; contaban con la valiosa ayuda de los situados en la posición más elevada, que disparaban una lluvia de piedras, flechas y venablos.
Llegó un momento en el que la presión de los romanos se hizo incontenible y las primeras filas seleúcidas fueron desalojadas de sus posiciones, siendo obligados a retroceder en formación hasta dentro de las fortificaciones; desde el vallado formaron una especie de segunda empalizada poniendo por delante sus sarissas; la altura proporcionaba una posición de combate más elevada y, debido a la longitud de las lanzas, contuvieron el empuje romano.
Muchos fueron atravesados al escalar temerariamente la empalizada cuando de repente, sobre la colina que dominaba el campamento, apareció Marco Porcio Catón, que venía de la cima del Calídromo, tras desalojar de ella a los etolios y dar muerte a la mayor parte de ellos.
Batalla de las Termópilas 191 AC. Entre el ejército seléucida de Antíoco III y el ejército romano mandado por Manio Acilio. Lucio Marco Porcio Catón con 2.000 efectivos derrotó los etolios en las alturas de Calídromo y continuación atacó por retaguardia al ejército seléucida situado en las Termópilas. Autor Jason Juta
Lucio Valerio Flaco no había corrido la misma suerte en el Tiquiunte y el Roduncia, posiciones a las que había intentado llegar en vano, siendo repelido.
Las tropas de Antíoco confundieron en un principio a los soldados de Marco Porcio con los etolios, pero cuando se percatan de su equivocación al identificar desde cerca las enseñas, arrojaron las armas y emprendieron la huida.
Los romanos se vieron obstaculizados por las fortificaciones, por la angostura del valle que era preciso atravesar en la persecución, y sobre todo porque al final de la columna iban los elefantes, y si resultaba difícil para los de a pie, era casi imposible para los caballos, que se espantaban y provocaban entre ellos una confusión mayor que en un combate.
El campamento del rey fue saqueado y se persiguió a sus tropas hasta Escarfea.
Al regresar los romanos a su campamento se percataron de que éste había sufrido un ataque, durante el transcurso la batalla, por los etolios de la guarnición que ocupaba Heraclea, sin que hubiesen conseguido entrar.
A la noche siguiente el cónsul envió por delante a la caballería en persecución de Antíoco, y al amanecer puso en movimiento a las legiones.
El rey llevaba bastante ventaja, pues hasta llegar a Elacia no detuvo su desenfrenada carrera; allí reagrupó a los supervivientes de la batalla y de la huida, y con un reducido grupo de hombres casi desarmados se refugió en Calcis. La caballería romana no dio alcance al rey mismo en Elacia, pero cayó sobre gran parte de sus hombres cuando se detenían extenuados o se dispersaban y extraviaban.
De todo el ejército sólo se salvaron los 500 que acompañaban al rey.
Los romanos tuvieron 150 bajas en la batalla propiamente dicha y no más de 50 en la defensa contra el asalto de los etolios.
Antíoco partió de Calcis cuando el cónsul estaba a punto de llegar, puso rumbo a Teno primeramente y cruzando después a Éfeso. A la llegada de Manio Acilio a Calcis se le abrieron las puertas a la vez que todas las ciudades de Eubea se rindieron sin oponer resistencia.
Movimientos previos a Magnesia
Antíoco en Éfeso estaba muy tranquilo con respecto a la guerra con Roma dando por hecho que los romanos no pasarían a Asia.
Los romanos reunieron una flota junto con los rodios y Eumenes de Pérgamo, derrotaron a la flota de Antioco en la batalla naval de Korykos, persiguiendo los restos hasta Éfeso, se alinearon frente a la bocana del puerto en formación de combate. Tras obligar a los enemigos a reconocer claramente su derrota, Cayo Livio envíó a casa a los rodios y a Éumenes.
Batalla de Magnesia 190 AC: movimientos y batallas seléucidas y romanas antes de Magnesia
Al año siguiente los romanos sufrieron una derrota naval en Panormos, pero los rodios obtuvieron una victoria naval en Sede y poco después los romanos y aliados obtuvieron una victoria naval Mioneso.
Ese año se nombró cónsul a Lucio Cornelio Escipión a quién acompañaba su hermano Publio el vencedor de Cannas en calidad de legado.
Una vez descansado el ejército, emprendió la marcha a través del Quersoneso hasta llegar al Helesponto. Allí, gracias al rey Eumenes, estaba todo preparado para la travesía y, sin que nadie lo impidiera, lo cruzó ordenadamente.
Después de estar un tiempo acantonados en el Helesponto llegó al campamento romano Heraclides de Bizancio, enviado por Antíoco para tratar los términos de paz. Se convocó un consejo y se escuchan las palabras del enviado. Los puntos del conflicto durante el cruce de embajadas anteriores habían sido Esmirna, Lampsaco, Alejandría de Tróade y Lisimaquia. Antíoco estaba dispuesto a ceder todas estas ciudades además de las que se hubieran pasado al bando romano y de sus aliados ese año. Por otro lado, el rey estaba dispuesto a abonar la mitad de los gastos que les hubiera supuesto la guerra a los romanos.
Estas propuestas les parecieron insuficientes a los romanos. Ellos consideraban justo que Antíoco pagase en su totalidad los gastos ocasionados; las guarniciones del rey no debían retirarse sólo de Jonia y Eolia sino que debían ser liberadas todas las ciudades, cosa que sólo podía ocurrir si Antíoco renunciaba a Asia Menor y retiraba sus fronteras al otro lado de la cadena del Tauro.
Cuando estuvo todo preparado, Lucio Cornelio emprendió la marcha con el ejército y llegó primeramente a Dardano, después a Reteo; las poblaciones de ambas ciudades salieron en masa a su encuentro. Luego avanzó hasta Ilio y acampó en el llano que se extendía al pie de las murallas; tras realizar una ofrenda religiosa en la ciudad, el ejército se puso en marcha y, a la sexta jornada, llegó a a las fuentes del río Caico.
El rey Eumenes intentó llevar su flota desde el Helesponto de vuelta a Elea, a los cuarteles de invierno, pero al no poder doblar el promontorio de Lecton, a causa de los fuertes vientos, desembarcó para no retrasar el avance. Por el camino más corto llegó al campamento romano con un pequeño contingente de tropas. Del campamento fue enviado a Pérgamo para ocuparse del suministro de provisiones. El plan era preparar raciones para muchos días de marcha y alcanzar a Antíoco antes de que se echara el invierno encima.
El hermano del cónsul, Escipión el Africano, había enfermado y tuvo que ser trasladado a Elea. No iba a poder tomar parte en la batalla por lo que dejó como consejero para su hermano a Cneo Domicio Ahenobarbo.
El campamento de Antíoco estaba en los alrededores de Tiatira. Al conocer la marcha de Lucio Cornelio, se replegó cruzando el río Frigio; estableció su campamento en las cercanías de Magnesia.
Para evitar que los romanos efectuaran alguna tentativa contra sus fortificaciones mandó excavar un foso de seis codos (2,5 m) de profundidad y doce de anchura (un poco más de 5 m), lo rodeó de doble empalizada por la parte exterior y, en la parte interior levantó un muro con numerosas torres para proteger la zanja.
Un millar de jinetes, en su mayoría galogriegos entremezclados con algunos dahas y arqueros montados, cruzaron el río y se lanzaron contra los puestos avanzados de vigilancia romanos. En un principio crearon cierto desconcierto. La prolongación del combate propició que fueran llegando refuerzos desde el campamento y los soldados del rey, agotados e incapaces de resistir a un número superior, intentan replegarse hacia la orilla del río.
Este primer encuentro fue seguido por dos días de calma ya que nadie cruzó el río. Al tercer día lo atravesó el grueso del ejército romano y acamparon a unos 4 km del enemigo. Cuando estaban haciendo el trazado del campamento y ocupados en fortificarlo, se presentaron 3.000 infantes y jinetes creando gran alarma y confusión. Las tropas romanas que estaban de guardia, inferiores en número, mantuvieron en un principio nivelado el combate para a continuación rechazar a los soldados del rey después de matar a 100 de ellos y apresar otros tantos.
Durante los cuatro días siguientes los dos ejércitos permanecen formados delante de la empalizada. Al quinto día los romanos avanzan hasta el centro de la llanura; Antíoco no movió su ejército.
En vista de que no era aceptado el combate, Lucio Cornelio reunió al día siguiente el consejo de guerra para decidir que se podía hacer si el rey no ofrecía la posibilidad de combatir. El problema era que el invierno ya estaba encima y tenían que decidir aguardar y refugiarse en las tiendas o retirarse a los cuarteles de invierno, lo que aplazaría la guerra hasta la primavera siguiente.
La decisión del consejo fue unánime, todos estaban dispuestos a irrumpir en el campamento a través de los fosos y de la empalizada si el rey no salía a combatir.
Cneo Domicio fue enviado a explorar el camino y el lugar por donde se podía acercarse fácilmente a la empalizada enemiga; cuando regresó con una información detallada del terreno se decidió aproximar al día siguiente el campamento.
Después de tres jornadas de espera, las enseñas romanas aparecieron en el centro de la llanura y se comienza a formar el frente de batalla. Antíoco pensaba que demorar otra vez el combate iba a ir en contra de la moral de sus tropas por lo que decidió salir a la llanura. Sacó a su ejército alejándose del campamento lo suficiente para dar a entender que aceptaba el combate.
El rey seleúcida, reclutó un gran ejército procedente de todo su gran imperio asiático, y se preparó para la batalla. Perseguido por los romanos, se vio obligado a acampar cerca de Magnesia, ambos campamentos estaban al sur del rio Hermos (actual Gediz). Antíoco tenía como asesor militar a Aníbal Barca.
Despliegue inicial
Batalla de Magnesia: Despliegue inicial
En los días siguientes, los romanos incitaron a Antíoco para que iniciara la batalla, que contaba con 50.000 hombres (70.000 según fuentes antiguas), de los cuales 13.000 eran jinetes (6.000 catafractas, 1.200 escitas dahas arqueros, 2.500 gálatas, 2.000 guardia personal o agema, 1.000 camelleros), 16.000 falangistas, 3.000 hipaspistas argiraspidos o escudos plateados, 8.000 infantes diversos gálatas y griegos, 10.000 infantes ligeros (peltastas, honderos, arqueros, etc.), 54 elefantes indios y un buen número de carros falcados. Finalmente los desplegó sobre el campo de batalla de la siguiente manera:
- Ala derecha mandado por Antíoco: 3.000 jinetes catafractas, 1.200 escitas dohan arqueros, 1.000 jinetes gálatas y 2.000 jinetes Agema, delante 16 elefantes apoyados por infantería ligera (2.000).
- Centro mandado por Philippo: 3.000 hipaspistas argiráspidos, 16.000 falangistas en grupos de 1.600 con un fondo doble (50×32) y entre ellos 2 elefantes indios total 22, a continuación 8.000 infantes gálatas y griegos y delante infantería ligera (peltastas, arqueros y honderos unos 6.000).
- Ala izquierda mandada por Seléuco: 3.000 jinetes catafractas, 1.500 jinetes gálatas, 1.000 camelleros que iban armados con arcos y sables largos, delante 16 elefantes apoyados por infantería ligera (2.000) y delante de estos los carros falcados.
Al frente de los romanos estaba Lucio Cornelio Escipión, dado que su hermano Cornelio se había quedado enfermo en Alea, contaba con unos 35.000 hombres (25.000 fuentes antiguas), de los cuales había un ejército consular (16.800 legionarios), 8.000 griegos de Pérgamo, Rodas y Macedonia, 6.000 infantes ligeros de Pérgamo, equeos cretenses, y 4.200 jinetes (1.200 romanos e itálicos y 3.000 griegos) y 16 elefantes africanos. Distribuyó sus fuerzas de la siguiente forma:
- Ala derecha mandada por Domicios 1.200 jinetes romanos e itálicos y 2.000 infantes ligeros
- Centro: 4 legiones (12.000), y 8.000 infantes griegos, delante los vélites (4.800) y detrás 16 elefantes africanos en reserva
- Ala izquierda mandada por Eumenes de Pérgamo: 3.000 jinetes griegos y 2.000 infantes ligeros.
Primera fase
Batalla de Magnesia 190 AC: Primera fase el ala derecha de Antíoco derrota a la romana de Domicios, mientras el ala derecha de Seléuco es derrotada por Eumenes de Pérgamo.
La batalla empezó con una carga de caballería de Antíoco contra el ala izquierda romana de Domicios que se apoyaba en el río, la superioridad tan aplastante hizo que aguantase poco y se diese a la fuga. Cometiendo el error de perseguirlos y atacar el campamento romano con el fin de saquearlo.
Batalla de Magnesia 190 AC: Antíoco III ”Megas” cargando contra la caballería romana de Domicios. Autor Igor Dzis
Batalla de Magnesia 190 AC. Izquierda jinete romano contra jinete selúcida. Derecha caballería ligera seleúcida contra vélites romanos. Autor Graham Sumner
En el otra ala, Seleuco envió los carros falcados por delante, Eumenes de Pérgamo mandó a su infantería ligera principalmente arqueros y honderos para disparar contra los caballos, heridos muchos de éstos, enloquecieron y siguieron rutas caóticas, volviendo sobre sus pasos para huir de las flechas y embistiendo contra sus propias fuerzas, la infantería ligera huyó despavorida, los elefantes y los camellos se espantaron desorganizando a la propia caballería, momento que aprovecho Eumenes para atacar a los jinetes adversarios, derrotándolos y poniéndolos en fuga. Les persiguió durante un rato para que no pudiesen reorganizarse.
Carro falcado del rey Antioco III empleado en la batalla de Magnesia. Autor Angus McBride
La infantería ligera del ala derecha romana, atacó por la retaguardia a la infantería gálata y griega que se dieron a la fuga.
En el centro, los vélites se enfrentaron a la infantería ligera o peltastas que cubría a la falange, y a continuación chocaron las legiones contra la falange sin que ninguno de ambos bandas hiciese ningún progreso. Las legiones no encuentran fisuras para atacar la falange.
Segunda fase
Batalla de Magnesia: Segunda fase
Antíoco trató de conquistar el campamento romano que estaba defendido por el tribuno Marco Emilio (hijo de M. Lépido) con 2.000 tracios y macedonios así como fugitivos del ala izquierda, resistió el ataque, haciéndole desperdiciar un tiempo precioso.
Batalla de Magnesia 190 AC. Izquierda jinetes catafractas seleúcidas atacando a los legionarios romanos del campamento. A la derecha lucha entre falangitas y legionarios. Autor Graham Summer
En el ala derecha Eumenes una vez desbaratada y puesta en fuga el ala enemiga, volvió grupas y se dispuso a atacar a la falange por retaguardia.
La falange para evitar su destrucción, formó en rectángulo con los elefantes dentro del mismo. Los romanos, no podían penetrar en la selva de lanzas que defendían la posición seléucida, así que recurrieron a lanzar sus flechas incendiarias contra los elefantes. Hirieron a la mayoría de ellos y los animales, enloquecidos de dolor, se revolvieron en su encierro y destrozaron la formación de las falanges, permitiendo a los legionarios llegar al cuerpo a cuerpo y hacer una verdadera masacre entre las desechas filas seléucidas.
The Battle of Magnesia 190 AC. , las legiones atacan a la falange seleúcida. Autor Sean O`Brogain.
Cuando Antíoco volvió, eufórico, al campo de batalla sólo pudo constatar que se había quedado sin ejército y se retiró con los únicos hombres que salvó de la batalla, la mitad de su numerosa caballería.
Secuelas
Las bajas en las filas seleúcidas según Livio fueron 50.000 infantes, 3.000 jinetes muertos y fueron capturados 1.500 hombres y 16 elefantes; los romanos perdieron 350. En la actualidad se estima 5.000 muertos en el bando romano, y 10.000 muertos y 10.000 prisioneros en el bando seleúcida.
El rey Antíoco llegó a Sardes; enterado de que su hijo Seleuco había marchado en dirección de Apamea, partió hacia allí con su familia.
Al recibir noticias de la batalla, Polixénidas dejó Efeso con la flota, se trasladó a Patara, desembarcó por temor a las naves rodias que custodiaban la zona y, marchando a pie, se dirigió a Siria.
Tras la paz de Apamea, por la que Antíoco III Megas tuvo que ceder a Eumenes II casi la totalidad del Asia Menor occidental hasta el rio Tauro, así como pagar 15.000 talentos a los romanos. Los romanos efectuaron una campaña de castigo contra los gálatas (189 AC).
FUENTE