Los incendios «zombi» del Ártico
A medida que aumentan las temperaturas globales, los incendios aumentan en todo el planeta. Y también en el Ártico, que incluso una vez congelado, lleva viviendo una serie de incendios forestales masivos en los últimos años. La diferencia es que muchos de estos últimos son incendios «zombies». Sí, suena a ciencia ficción. Es una manera de los científicos de llamar a esos fuegos que se producen y persisten meses e incluso años hibernando bajo el suelo, mucho después de que las llamas en la superficie se hayan extinguido.
A veces, los incendios que han ardido durante todo el invierno pueden encender nuevos incendios el año siguiente después de que la nieve se haya derretido. Y lo cierto es que podrían volverse más comunes a consecuencia del cambio climático.
Incendios zombies. La mayoría de nosotros pensamos que los incendios forestales se pueden contener en un solo año. Y en gran medida, se pueden. Pero en el extremo norte, los incendios pueden arder en el suelo rico en carbono donde permanecen y acechan, a menudo sin ser detectados. Sander Veraverbeke, un científico que estudia el fenómeno, se sorprendió cuando en mayo de 2016 (una temporada inusual para que se cree un incendio) vio pequeñas motas de fuego en algunas imágenes de satélite de Alaska. Lo que vio en las imágenes de satélite eran en realidad “incendios zombies”, restos de quemaduras del año anterior que de alguna manera se mantuvieron vivos, ardiendo bajo tierra, durante el largo y frío invierno.
No son un fenómeno completamente nuevo en el Ártico, de hecho los investigadores han notado brotes ocasionales en las últimas décadas. Un estudio publicado en la revista Nature acaba de descubrir, sin embargo, que están relacionados con el cambio climático. Es decir, ocurren con más frecuencia después de veranos largos y calurosos con mucho fuego y sugieren que estos eventos, aún raros, podrían volverse más frecuentes.
¿Por qué sucede? Cualquier fuego necesita una turba para prenderse. Principalmente vegetación muerta (musgos, restos de árboles, arbustos y otras plantas) que no se ha degradado del todo. Se forma en partes húmedas y frías del mundo, donde la materia orgánica se degrada lentamente. Las reservas de turba se acumulan durante siglos o milenios. Hoy en día, las turberas cubren unos 16.000 kilómetros cuadrados del Ártico y almacenan aproximadamente 415 mil millones de toneladas de carbono, muchas veces más que los bosques sobre ellas y tanto como todos los árboles de la Tierra.
Ardiendo durante años. En el Ártico, los incendios generalmente también comienzan en la superficie, al igual que en el resto del mundo, provocados por rayos de verano u ocasionalmente por humanos. Pero bajo los tipos de condiciones climáticas que se vuelven más comunes allí (veranos largos y calurosos con olas de calor intensas que absorben la humedad de las plantas y los suelos), la turba húmeda subyacente puede encenderse. Una vez que está en llamas, puede proporcionar un hábitat para que los incendios ardan mucho después de que las llamas de la superficie hayan disminuido, durante días, semanas, meses o incluso años.
Cambio climático. Sin ir más lejos, el cambio climático está remodelando ese fenómeno. En la primera década del nuevo milenio, los incendios quemaron un 50% más de superficie cada año en el Ártico, de media, que cualquier década del siglo XX. Entre 2010 y 2020, la superficie quemada continuó aumentando, particularmente en Alaska, que tuvo su segundo peor año de incendios en 2015 y otro malo en 2019.
La mayoría son causados por la actividad humana o los rayos, y aunque no son comunes ahora, es probable que el calentamiento cambie eso, según los investigadores. El Ártico se está calentando mucho más rápido que el resto del planeta, y el calentamiento está asociado con temperaturas extremas en verano, con incendios que cubren grandes áreas y con quemas profundas.
Consecuencias. Esos incendios pueden liberar incluso más carbono que incendios similares en lugares como California o Europa, porque los suelos subyacentes a los bosques de latitudes altas a menudo están hechos de turba vieja rica en carbono. En 2020, los incendios del Ártico liberaron casi 250 megatones de dióxido de carbono, aproximadamente la mitad de lo que Australia emite en un año a partir de actividades humanas y aproximadamente 2,5 veces más que la temporada récord de incendios forestales de California en 2020. Otra vez más, la huella humana volviendo del pasado para decirnos: «algo va mal».
Imagen: Unsplash
FUENTE
XATAKA