Lo nunca visto: la primera foto de un agujero negro
La observación directa de astros invisibles abre una nueva era en la astronomía
Lo invisible ha sido revelado.
Un agujero negro supermasivo, lo más parecido al Ojo de Mordor que hay en una galaxia, ha sido fotografiado por una comunidad de astrónomos que viven en la apacible comarca del Sistema Solar.
La imagen, hecha pública a las 15.07 (hora española) por el consorcio Event Horizon Telescope (EHT), confirma la existencia de estos desconcertantes astros predichos por la teoría de la relatividad general de Albert Einstein y ayudará a aclarar cómo funcionan. Además, permitirá poner a prueba por primera vez las predicciones de la teoría de la relatividad en las condiciones de gravedad extrema de un agujero negro supermasivo.
“Este es un momento histórico. Transformará nuetra comprensión de los agujeros negros”, ha declarado France Cordova, directora de la Fundación Nacional de Ciencia de EE.UU. en una de las ruedas de prensa en que se ha presentado el avance, celebrada en Washington y retransmitida por internet.
La imagen corresponde al agujero negro central de la galaxia M87, un monstruo con una masa equivalente a 6.500 millones de soles. En ella puede apreciarse el disco oscuro del agujero negro rodeado por un anillo de luz que es más brillante en la parte inferior que en la superior. El anillo está formado por materia que gira a muy alta velocidad alrededor del agujero negro. La parte más brillante corresponde a materia que se está acercando hacia la Tierra, mientras que la parte oscura corresponde a materia que se está alejando.
Los agujeros negros son astros con campos gravitatorios tan potentes que nada, ni tan solo la luz, puede escapar de ellos. Crecen engullendo los astros que se les acercan y que, una vez cruzado el llamado horizonte de sucesos, no pueden regresar al universo exterior.
En el centro del agujero negro, la curvatura del espacio-tiempo se vuelve infinita y se produce una singularidad, allí donde las leyes de la física que conocemos dejan de ser válidas. Esto ha llevado a la hipótesis de que el big bang que originó nuestro universo pudo ocurrir en el interior de un agujero negro.
El consorcio EHT (iniciales en inglés de Telescopio del Horizonte de Sucesos, en referencia al punto de no retorno de los agujeros negros a partir del que la luz no puede escapar) ha observado los dos agujeros negros que tienen un tamaño aparente más grande en el cielo cuando se observan desde la Tierra.
El del centro de la Vía Láctea, técnicamente llamado Sagitario A*, tiene una masa 4,3 millones de veces mayor que la del Sol comprimida en un diámetro de 30 soles. Aunque es pequeño para estar en el centro de una gran galaxia, es el agujero negro supermasivo más cercano a la Tierra. Se encuentra a una distancia de 26.000 años luz y su tamaño en el cielo es equivalente al que tendría una naranja que intentáramos observar en la superficie de la luna.
El del centro de la galaxia M87, por el contrario, sí que es un auténtico gigante. Con una masa de 6.500 millones de soles, es unas 1.500 veces más masivo que el de la Vía Láctea. Y aunque está 2.000 veces más lejos, a 50 millones de años-luz, sigue estando lo basante cerca para que la galaxia M87 se pueda ver con un telescopio de aficionado. Su tamaño aparente en el cielo es equivalente al que tendría una pelota de golf en la superficie de la luna.
El consorcio EHT observó estos dos agujeros negros durante diez noches en abril de 2017 con una red de ocho radiotelescopios situados en Norteamérica, Sudamérica, Europa, la Antártida y Hawai. Estos ocho observatorios, que apuntaron al centro de la Vía Láctea y de la galaxia M87 simultáneamente sincronizados por relojes atómicos, actuaron en la práctica como un único radiotelescopio con un diámetro equivalente al de la Tierra. Han hecho falta dos años de trabajo para analizar la enorme cantidad de datos recogidos en esas diez noches de observaciones.
Los resultados se han anunciado en seis ruedas de prensa simultáneas celebradas en Washington, Bruselas, Santiado de Chile, Shanghái, Taipei y Tokio, lo que pone en valor que el consorcio EHT ha sido una colaboración internacional. El proyecto ha sido coordinado por el astrofísico Sheperd Doeleman, de la Universidad de Harvard (EE.UU.).
En Madrid, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha organizado una séptima rueda de prensa para destacar la participación española en el proyecto. El radiotelescopio IRAM, de 30 metros, construido junto al Pico Veleta en Sierra Nevada, es uno de los siete que han formado parte del EHT. En la rueda de prensa de Madrid han participado investigadores del Instituto de Astrofísica de Andalucía, del Instituto Geográfico Nacional, del Instituto de Radioastronomía Milimétrica y de la Universidad de Valencia.
De cara al futuro, está previsto continuar las observaciones directas de agujeros negros, que se convertirán en un nuevo campo de investigación astronómica. La red del EHT se ha ampliado con un noveno radiotelescopio situado en Groenlandia y ha realizado nuevas observaciones de los agujeros negros del centro de la Vía Láctea y de M87. Una segunda campaña de observaciones que tuvo lugar en abril de 2018 obtuvo el doble de datos que la de 2017, según ha informado The New York Times, aunque sus resultados no se han presentado en la rueda de prensa de hoy.
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