Las papisas: trinidad por Mercedes Peces Ayuso
Esta es una historia sobre unos personajes femeninos apasionantes.
Esta es la breve historia legendaria que habla de la primera papisa: de Johanna, la mujer alemana que en el agitado s. IX llegaría a ser Papa con el nombre de Benedicto III o Juan VIII, según otros autores. Pero es también la historia real y bien documentada, de la segunda papisa: Maifreda di Pirovano Visconti, cuya figura se entrelaza formando una trinidad en su representación bajo la figura II de los Arcanos Mayores, conocida como la Sacerdotisa o la Papisa, el arquetipo del principio femenino, la sabiduría ancestral, el misterio, el conocimiento, la introspección y los poderes ocultos de la intuición y las leyes del universo, que cierra este triángulo femenino.
La leyenda de la primera papisa Juana empieza cerca de Maguncia, Alemania, sobre el año 822 y siempre estará marcada por la dualidad de género, además de ser dos sus vertientes legendarias principales. La primera versión sobre ella trata sobre sus orígenes ingleses (padre monje, posiblemente irlandés, muy común es la época y muy dados a colonizar una Europa Central y del Norte poco proclive al cristianismo) y alemanes, por parte de madre campesina, pues en aquella época el celibato no era condición para ejercer el sacerdocio.
Fue la menor de dos hermanos varones y estaba destinada a cumplir con el papel que la sociedad de su época tenía reservado para la mujer y más de su clase humilde. Pero Juana era inteligente y estaba sedienta de saber. Por eso, y a pesar de su destino escrito y de las continuas palizas paternas por su empeño en realizar actos propios de hombres, conseguirá escaparse y entrar en un convento como copista. Los anchos ropajes, la falta de higiene y agua que exigirían un desnudo integral, y una voluntad de hierro, convertirán a Johanna en Johannes Anglicus o Juan el inglés.
Ya como hombre no le será difícil cultivar su inteligencia preclara y pronto viajará a Grecia y otros países en su condición de monje, donde adquirirá tantos conocimientos que terminará llamando la atención del papa de Roma. A su muerte lo sustituye, hasta que un día, durante la procesión de Pascua, se pone de parto y alumbra un hijo, siendo despedazada seguidamente por una furibunda muchedumbre romana, según algunas teorías, o muriendo de parto y siendo enterrada en las afueras de Roma por el pueblo llano.
En la otra versión principal es alentada desde niña por el padre a leer y escribir y así ganarse la vida como fenómeno por las cortes germanas, hasta que el padre muere, ella es violada y termina entrando en un convento, donde se desarrollan sus facultades intelectuales. Aunque en esa época no existía la separación entre monjes y monjas, por lo que el celibato tampoco era una cuestión impuesta, para poder continuar formándose tuvo que adoptar una entidad masculina, adquiriendo tal fama su erudición que entra a servir al papa León IV como secretario, ocupando el trono de Pedro al fallecimiento de este.
Su muerte sigue la estela del parto oculto y muere durante o poco después del mismo siendo enterrada a las afueras de Roma. Pronto la Iglesia echa tierra sobre el asunto y el silencio y la leyenda invaden las hojas de los posibles testimonios de su pretendida existencia…
Habrá que esperar a que pasen tres siglos para que en el s. XII el mito de la papisa resurja y lo haga precisamente durante la época de un movimiento de mujeres muy independientes, libres, religiosas pero laicas, dedicadas a la caridad y conocidas como las beguinas en la Europa del Norte y Central, auténticas comunas de mujeres cultas que, junto a trovadores provenzales y maestros cantores alemanes (Minnensänger), también darían brillo y esplendor a la literatura del amor cortés en lengua vernácula.
Corre el tiempo y a finales del s. XIII, un grupo italiano conocido como los guglielmitas, alimentado por la profecía del Beato Gioachino de Fiore (un místico cisterciense que profetizó la llegada del fin del mundo precisamente para 1260 y la bajada del Espíritu Santo encarnado en una mujer que reconduciría la Iglesia hacia nuevas sendas de salvación) creería ver cumplida esta predicción en su fundadora, la mística feminista Guglielma de Bohemia, llegada a Milán hacia 1260 donde se estableció como pinzochera, el equivalente italiano a las beguinas, y conocida en la ciudad como «La bohemia» por su pretendida filiación con el rey Ottocar de dicho país.
Pronto cosechó fama de milagrera y sanadora, logrando crear en torno a sí un cohesionado movimiento religioso con una interesante versión femenina del catolicismo de la época que logró desarrollarse porque en principio logró escapar a la inquisidora garra de la Iglesia, por aquel entonces más preocupada y ocupada con otras herejías más extendidas. Cuando falleció Guglielma hacia 1281-82 en olor de santidad, sus seguidores estaban convencidos de que resucitaría en 1300 y que con ella comenzaría una nueva era en la que las mujeres podrían acceder al papado. Y así es como por primera vez tomó cuerpo la leyenda de la papisa, una historia que desde mediados de siglo XII ya tenía un cierto recorrido en el imaginario popular en tierras del sur de Francia y del norte de Italia.
De esta manera, anticipándose al momento de la resurrección de Guglielma ̶ que según el Beato vendría como la encarnación femenina de Dios para completar la salvación, porque esta vez se incluirían a los musulmanes y judíos, redimiendo así a toda la humanidad, sin crucifixión, exclusión ni sacrificio ̶ fundaron un culto eligiendo como primera papisa a Maifreda de Pirovano, prima de Mateo Visconti, ferviente gibelino y, por lo tanto, del bando antipapal, con lo que la religión volvió a instrumentalizarse en mor de la política.
Maifreda dirigirá esta iglesia durante 20 años, administrando sacramentos y celebrando misas. La Iglesia reacciona de forma contundente y acaba con esta herejía quemándola en la hoguera (otros dicen que fue a su hermana), junto a otros seguidores, y también el cadáver de Guglielma, desenterrado de la abadía de Santa María de Claraval, justo en ese 1300, cuando se esperaba el comienzo de la nueva era.
Con ella se esfumaron los aires de modernidad que estuvieran dirigidos por y para mujeres y la Iglesia aplastó todo signo de supuesta herejía, zanjando así el primer intento real de paridad eclesiástica. Sin embargo, se cuenta que eso no acabó con el culto guglielmita, que perduró manteniendo viva la herejía entre la familia Visconti y, con ella, la aspiración de que una mujer alcanzara el papado algún día.
Y así llegamos a la tercera figura de esta trinidad: en el s. XV, apenas 100 años después, la familia Visconti-Sforza encargó un mazo de Tarot que ya incluía la figura de la Sacerdotisa.
Es sabido que cada arcano mayor estaba dedicado a un miembro de la familia, y la Papisa recayó en Maifreda, nombre que se mantuvo en el mazo hasta que en el s. XVIII el erudito, pastor y ocultista Court de Gebelin le cambió el nombre por el de (Suma) Sacerdotisa, convencido de que los orígenes del Tarot provenían de Egipto. Sea como fuere, el arcano II muestra una mujer de alto rango sentada sosteniendo un libro de sabiduría, a veces enmarcada entre dos columnas simbólicas (B y J) dotadas de múltiples significados.
La Papisa o Sacerdotisa es la Virgen, el principio femenino, la custodia del conocimiento y la generadora de vida.
Estas papisas, en su trinidad, casan los opuestos y entronizan a la mujer dotándola de un sentido iniciático más allá (o precisamente a pesar) del mero aspecto religioso. La leyenda de la papisa Juana, las historias de Guglielma de Bohemia/Maifreda de Pirovano Visconti y el origen del arcano de la Papisa, no son simples curiosidades históricas, sino que ejemplifican un importante proceso social de la Edad Media: el de la reintroducción de la mujer y los principios femeninos en la cosmología de la religión católica romana imperante, preponderantemente masculinizada, pues de algún modo esta entendió que era la única forma de hacer que el pueblo conectara con esa fe, acostumbrado como estaba a una figura femenina que encarnara el amor y la piedad, intercesora entre Dios y los seres humanos. Y así fue como la figura de la Virgen María se entronizó encarnando el arquetipo femenino de la(s) antigua(s) diosa(s) creadora(s) y como el arcano II, la Papisa, también conocida como la Sacerdotisa, lo dotó de su carácter universal y mistérico, retomando la vertiente femenina ancestral y pagana que domina las leyes que rigen la vida humana y espiritual, generando y recogiendo así todas las vertientes femeninas integradoras.
© Mercedes Peces Ayuso
Breve bibliografía:
Cross, Donna W. (1996) La papisa: Emecé editores.
Royidis, Emmanuel (2000) La papisa Juana: Edhasa.
Murano, Luisa (1997) Guillerma y Maifreda. Historia de una herejía feminista. Omega.
http://lapesteloca.blogspot.com/2018/10/leyenda-de-la-papisa-juana.html
http://despuesnohaynada.blogspot.com/2014/01/la-papisa.html
Dos películas:
Pope Joan (La Papisa Juana en castellano) de Michael Anderson, 1972.
Die Päpstin (La Pontífice en castellano) de Sönke Wortmann, 2009, basada en la novela de Donna W. Cross.
Mercedes Peces Ayuso. Filóloga y Traductora
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