LAS CALLES DE MADRID. MORATÍN (1760-1828)
La calle de Moratín, antaño calle de San Juan al Prado, es una vía pública de la ciudad española de Madrid, situada en el barrio de Cortes, distrito Centro, que desciende, en dirección oeste-este, desde la calle de Atocha, en su confluencia con Amor de Dios, a la plaza de la Platería de Martínez, junto al paseo del Prado.
Lleva este nombre desde comienzos del siglo xx, en honor al dramaturgo Leandro Fernández de Moratín, nacido en ella en 1760.1 En el plano de Teixeira de 1656 figura con su anterior denominación de camino de San Juan o calle de San Juan al Prado (porque bajaba hasta las huertas del Prado de los Jerónimos, más conocido como Paseo del Prado).
La Maripepa, taberna de la primera mitad del siglo xx, recuperada como cervecería en el siglo xxi, con entrada por la calle de Jesús.
En ese entorno, en lo que luego será la confluencia con la calle de las Huertas (formando la plazuela dedicada a la platería de Martínez) existió al parecer un humilladero dedicado a san Juan Bautista y al que en el solsticio de verano acudían los madrileños en la verbena sanjuanera. Muy cerca, en la esquina con la calle de Santa María, una placa recuerda que allí nació Moratín el 10 de marzo de 1760, en una casa reedificada en 1892.3a4 Así lo anota también Mesonero Romanos en sus Paseos por el Antiguo Madrid, especificando que el dramaturgo compró una casa en esta misma vía (en la entonces calle de San Juan), cuya corraliza convirtió en jardín ilustrado; casa que luego en 1826, cedió a la Inclusa de la Villa, del mismo modo que antes lo había hecho con su casa señorial de Pastrana, en Guadalajara.
Leandro Eulogio Melitón Fernández de Moratín y Cabo (Madrid, 10 de marzo de 1760–París, 21 de junio de 1828) fue un dramaturgo y poetaespañol, el más relevante comediógrafo neoclásico del siglo XVIII español.
Nació en Madrid el 10 de marzo de 1760, de noble familia asturiana por parte de padre,1 el también poeta, dramaturgo y abogado Nicolás Fernández de Moratín. Su madre fue Isidora Cabo Conde, con raíces en Pastrana (Guadalajara). Se crio en un ambiente donde eran frecuentes las discusiones literarias, pues su padre Nicolás fue un hombre dedicado a las letras y fundador y asiduo tertuliano de la Fonda de San Sebastián. A los cuatro años, enfermó de viruela, lo que afectó su carácter, volviéndolo tímido; además se volvió un lector compulsivo de poesía clásica española, del Quijote, el Lazarillo y de obras históricas como la del padre Juan de Mariana y las Guerras de Granada de Diego Hurtado de Mendoza.2 Siguió al principio la profesión de joyero del abuelo paterno.
A los 19 años, en 1779, ya había conseguido un accésit de poesía del concurso público convocado por la Real Academia Española con el romance heroico La toma de la Granada por los Reyes Católicos y, enamorado desde niño de una apuesta vecina, Sabina Conti y Bernascone, cuando el poeta contaba veinte y ella apenas quince esta se casó sin embargo con su tío, que la doblaba en edad; el poeta quedó sumido desde entonces en la melancolía y abrigará una antipatía ante los matrimonios desiguales que expresará en su futura creación dramática. Para más desgracia, su padre fallece en 1780, le asaltan las estrecheces económicas y Moratín debe cuidar de su madre. En 1782 ganó esta vez el segundo premio de la Real Academia con su Lección poética. Sátira contra los vicios introducidos en la poesía española, una especie de manifiesto del neoclasicismo en poesía lírica. En 1787, y gracias a la amistad de Jovellanos, emprendió un viaje a París en calidad de secretario del conde de Cabarrús, entonces encargado de una misión diplomática que pretendía aconsejar a Luis XVI medidas antirrevolucionarias. La experiencia fue muy provechosa para el joven escritor; por ejemplo, conoció al dramaturgo neoclásico Carlo Goldoni. Vuelto a Madrid, funda una academia literaria burlesca, la de los «Acalófilos o amantes de lo feo», que se reunía en casa de su erudito amigo Juan Tineo Ramírez (1767-1829), jurista y sobrino de Jovellanos, y que incluía además al gran políglota y arabista José Antonio Conde, un amigo que en el futuro se casará con su prima Mariquita. Era este grupo fundamentalmente una tertulia de amigos que se consagraba a leer y criticar obras teatrales. La caída de Cabarrús no le afecta; incluso se sospecha que escribe en su defensa la Carta sobre el comercio de nabos de Fuencarral. Muy horaciano, obtiene su primer gran éxito con la publicación de la sátira La derrota de los pedantes y se enemista con el erudito Cristóbal Cladera, quien al parecer inspira el personaje de don Hermógenes de su pieza La comedia nueva o El café, en la que crítica el teatro popular y en especial a su dramaturgo más representativo, Luciano Francisco Comella, bajo otro nombre. Lee al conde de Floridablanca una imitación del violinista de la capilla real y tonadillero Marcolini, al que era muy aficionado, donde le insinúa que desea ser abate:Solo quiere ser abate. / ¡Qué pedir tan moderado / el suyo, si por ventura / el ser abate es ser algo!
Le cae en gracia a Floridablanca y le concede entonces la merced de un beneficio de trescientos ducados sobre el arzobispado de Burgos; Moratín es ordenado de primera tonsura por el obispo de Tagaste, requisito indispensable para poder disfrutar del beneficio. A poco de llegar Godoy al poder logró la protección del favorito, que le ayudó a estrenar sus comedias y aumentó sus ingresos con otras sinecuras eclesiásticas: tres mil ducados en una feligresía en Montoro y seiscientos sobre la mitra de Oviedo.
Con estas rentas logra un discreto pasar que le permite consagrarse solo a escribir teatro. Retirado en Pastrana, cuna de su madre, retocó La mojigata y El barón y escribió La comedia nueva o El café, una gran crítica de los géneros del teatro popular y sus autores. Una vez estrenada esta última, viajó con una beca o bolsa de viaje suministrada por Godoy durante cinco años por Europa: Francia de nuevo, Inglaterra, Bélgica, Alemania, Suiza e Italia, regresando a Madrid en 1797 para ocupar el cargo de secretario de interpretación de Lenguas, que había quedado vacante por el fallecimiento de uno de los hermanos Samaniego. Esto le permitió vivir sin apuros económicos, aunque él habría deseado, por el contrario, el puesto de director de los teatros que le hubiera permitido hacer una gran reforma de principios neoclásicos.
El asalto de las Tullerías el 10 de agosto de 1792
Desde Francia tuvo que ir a Inglaterra a causa de la Revolución Francesa: había quedado asustado por el asalto a las Tullerías del 10 de agosto de 1792 y la formación de la Comuna de París. De esa época son sus amenas Apuntaciones sueltas de Inglaterra (1792), diario de viaje lleno de interesantes notas costumbristas. Aprovecha para estudiar el teatro de Shakespeare, aunque como no domina bien el inglés se apoya en las refundiciones de Jean-François Ducis, y traduce Hamlet (impreso en 1798). Pasó luego a Bélgica y a Alemania, donde perdió sus escritos y temió ser robado y asesinado, a Suiza y a Italia, de la que dejó también un extenso diario (Viaje a Italia, 1793) y donde se encontró con tantos amigos y admiradores (muchos de ellos jesuitas expulsados de España en 1767) que le hicieron miembro de la Academia de la Arcadia de Roma, con el sobrenombre de Inarco Celenio. Se embarcó en Niza para volver a España, en el buque La venganza, pero las tormentas y los compañeros lo marearon tanto que el viaje fue un infierno. Aunque marchaban a Cartagena, tuvieron que desviarse a Algeciras. En Madrid, estrenando su nuevo cargo, amista con Francisco de Goya (Moratín había estudiado dibujo de joven), y con Francisca Muñoz, «Paquita». Son sus años más felices. Frecuenta la tertulia del crítico literario y helenista Pedro Estala (quien lo llama «el Molière de España» en 1794)3 y consolida su amistad con el abate y humanista Juan Antonio Melón (1758-1843), poderoso censor de libros, quien habla de él en sus memorias, que llevan el título de Desordenadas y mal digeridas apuntaciones. Tiene ya escritas sus piezas El barón y La mojigata, que conseguirá estrenar, aunque no sin la oposición de quienes ven en él un afrancesado que se ha beneficiado grandemente del odiado válido Manuel de Godoy. Al fin, como desea, es nombrado miembro de la Junta de Dirección y Reforma de los Teatros (1799), pero sus disensiones con el director de este organismo le hacen abandonar el cargo desilusionado a los tres meses. En ese mismo año su amigo aragonés Francisco de Goya le pinta el primero de los dos retratos que le dedicó, a lo que el poeta correspondió con una agradecida silva; menos conocido es que por la misma época también le hizo otro buen retrato el pintor dandy Luis Paret y Alcázar como un apuesto petimetre pisaverde, que se conserva en el Museo de Navarra. En 1803 estrena El barón y en 1804 La mojigata, que tuvieron buena acogida. Pero fue el 24 de enero de 1806 cuando obtuvo el mayor éxito de su carrera, uno de los mayores del teatro de entonces, con el estreno, al que acudió Manuel Godoy, en el coliseo de la Cruz, de El sí de las niñas, que se repone durante veinte días hasta el cierre de los teatros por la cuaresma y de la que se hacen cuatro ediciones. Pero la situación política no es halagüeña: su protector Godoy pende de un hilo. Además, sus planes de casarse con Paquita se van al traste, probablemente a causa de la indecisión del poeta (quien, según las anotaciones de su Diario, era un asiduo del amor mercenario, como su padre), y esta se casa con otro.
El motín de Aranjuez en 1808 produce la caída de Godoy; huyó a Vitoria y de allí volvió como afrancesado, por lo que se le confiscaron los bienes. Pero José Bonaparte se hace con el poder y llega a ser nombrado en 1811 bibliotecario mayor de la Real Biblioteca por el nuevo monarca, que reina con el nombre de José I. Su contribución fue hacer un nuevo catálogo de fichas sueltas. Además se le nombra caballero de la Orden Real de España, que él llamó «Orden del Pentágono», creada por el monarca, que era masón. En 1811 escribe un prólogo contra la recién derogada Inquisición para encabezar una fracasada edición del fray Gerundio de Campazas; reimprime además, bajo pseudónimo, el Auto de fe celebrado en la ciudad de Logroño en los días 7 y 8 de noviembre del año de 1610, siendo inquisidor general el cardenal arzobispo de Toledo Bernardo de Sandobal y Roxas. Segunda edición, ilustrada con notas por el bachiller Ginés de Posadilla, natural de Yébenes (1811):Una autoridad que, embruteciendo al pueblo y usurpando la jurisdicción episcopal, amenazaba al trono mismo, […] detenía los progresos de la ilustración, propagaba errores absurdos, atropellaba la formalidad de las leyes, los derechos más sagrados de los hombres, castigaba delitos que es imposible cometer y oponía obstáculos invencibles a la gloria, al poder y estabilidad del grande imperio que gobernaban4
A partir de entonces fue tachado de «afrancesado». Por entonces inicia sus traducciones de Molière, que en realidad son adaptaciones, y La escuela de los maridos es estrenada en 1812 por su amigo el gran actor Isidoro Máiquez, afrancesado como él e igualmente retratado por Goya. Con los avatares de la Guerra de la Independencia española se produce un cambio político y ha de refugiarse progresivamente en Valencia (tras la batalla de Bailén) donde canta algunas de las reformas del mariscal francés Suchet y colabora en la gaceta afrancesada Diario de Valencia (1812) junto con su amigo Pedro Estala; pero la plaza no se sostiene y tiene que huir primero a Peñíscola, donde sufre un largo y feroz asedio, y luego a Barcelona, donde lo acoge favorablemente el barón de Eroles. Aunque le han levantado el embargo de sus bienes, con el pretexto de su afrancesamiento la Iglesia no le paga las rentas de Montoro, Burgos y Oviedo, padece hambre y experimenta una grave depresión. Sin embargo, se sobrepone; traduce Cándido o el optimismo de Voltaire y entrega al actor Felipe Blanco, primer gracioso del teatro de Barcelona, otra adaptación de Molière, El médico a palos, que se estrena allí el 5 de diciembre de 1814 con éxito; el autor dedicará además al retrato de este personaje un agradecido soneto; poco después logra por fin la restitución de sus bienes. Recibe su correspondencia a nombre de Melitón Fernández, Joseph Sol o Francisco Chiner. En sus cartas informa de cómo transcurren sus días:Yo sigo haciendo aquí la vida tont a, sin otra diversión que la de leer un rato por la mañana, pasear una hora por la tarde y clavarme a la luneta por la noche… Hablo en catalán con aullido perruno que no hay más que pedir.5
Portada de la edición príncipe de El sí de las niñas (Madrid, Imprenta de Villalpando, 1806)
En 1816 su prima Mariquita se casa con su amigo, el erudito José Antonio Conde, y en 1817 los temores a la Inquisición lo llevaron de nuevo a Francia con el pretexto de tomar las aguas en Aix-en-Provence; luego marcha a Montpellier, París y a Bolonia (Italia); en 1817 había empezado a preparar una edición de las Obras póstumas de su padre muy corregida por él.
El éxito del pronunciamiento del liberal Rafael del Riego en enero de 1820 vuelve a instaurar la Constitución de Cádiz y retorna esperanzado a Barcelona a fines de 1820, donde sus amistades le consiguen el puesto de juez de imprentas. Pero se declara la peste en la ciudad y Moratín huye a Bayona en 1821; ya no volverá jamás a España; en Barcelona se imprime, sin embargo, su edición de las Obras póstumas de su padre en ese mismo año, en que además la Real Academia Española lo nombra miembro de número. Se establece por fin en Burdeos con la familia de Manuel Silvela, su fiel amigo; allí se reencuentra con Goya, quien le pinta un segundo magnífico retrato. Sus cartas de esta época reflejan más amargura que nostalgia: es muy revelador un soneto que escribe con el título de La despedida:Dócil, veraz, de muchos ofendido, / de ninguno ofensor, las Musas bellas / mi pasión fueron, el honor mi guía. / Pero si así las leyes atropellas, / si para ti los méritos han sido / culpas, adiós, ingrata patria mía.
Aunque en 1825 sufre una apoplejía, sigue de nuevo a la familia Silvela a París, donde fallece el 21 de junio de 1828. Deja como heredera a una nieta del propio Silvela. Fue enterrado en el cementerio de Père-Lachaise, pero sus restos fueron trasladados a Madrid el 5 de octubre de 1855 y ahora reposan en un mausoleo conjunto con Goya, Donoso Cortés y Meléndez Valdés, obra de Ricardo Bellver, en el Cementerio de San Isidro de Madrid. En 1825 se habían editado en París sus Obras dramáticas y líricas. Póstumo apareció su ensayo Orígenes del teatro español (1830-1831). Sus Diarios (1968) y su Epistolario (1973) tuvieron que esperar más tiempo, editados por el hispanista René Andioc.6
Moratín fue un hombre de teatro en el sentido amplio de la palabra. A su condición de autor teatral hay que añadirle otros aspectos menos conocidos, pero que fueron tan importantes para él como este y le ocuparon a veces más tiempo, esfuerzo y dedicación que sus propias obras. Fue Moratín uno de los fundadores de la historiografía teatral española. Sus Orígenes del teatro español, obra que dejó inédita y que fue publicada en 1830-1831 por la Real Academia de la Historia, es uno de los primeros estudios serios y documentados del teatro español anterior a Lope de Vega. Es también de gran interés el «Prólogo» a la edición parisina de sus obras en 1825, en donde resume, desde una perspectiva clasicista la historia del teatro español del siglo XVIII. Moratín fue también un activo impulsor de la reforma teatral de su tiempo. Relacionado con los círculos del poder que estaban interesados en esta reforma y heredero de las ideas de su padre, no dejó de promover una renovación de toda la estructura teatral vigente en la España de su época. La comedia nueva es uno de los hitos de esta campaña de reforma emprendida por los intelectuales que se movían alrededor del gobierno desde mediados del siglo cuando proponían reformas Ignacio de Luzán, Agustín de Montiano y Luyando, Blas Nasarre y Luis José Velázquez.
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