La conectividad 5G es justo lo que los fabricantes necesitaban para subir el precio de los smartphones en 2020
Preparen sus carteras, señores y señoras, porque es muy probable que el precio de venta medio de los móviles suba en 2020. Si la idea es renovar smartphone el año que viene cuidado, porque hay un argumento fundamental que podría encarecer estos dispositivos de forma sensible.
Ese argumento tiene solo dos letras: 5G. Más allá de los teléfonos plegables -que ya veremos si despegan o no- o de nuevos avances en fotografía móvil, diseño, o pantalla, esa conectividad 5G será sin duda excusa perfecta para que los fabricantes suban los precios de los smartphones.
La culpa la tiene (en gran parte) Qualcomm
Llevamos años disfrutando de un fantástico concepto en el segmento de los dispositivos móviles: el SoC o System-on(-a)-Chip, que es el corazón de estos dispositivos y que integra en un mismo chip, en una misma die, diversos componentes críticos para el funcionamiento de nuestro smartphone o tableta.
Entre esos componentes están la CPU o procesador principal y la GPU o procesador gráfico, pero también otros componentes entre los que destaca el módem, que es el que permite que podamos hacer llamadas o conectarnos a internet desde nuestro dispositivo.
Ese módem, como apuntaban en Ars Technica, desaparece del Snapdragon 865, el nuevo procesador estrella de Qualcomm. Esa ausencia es importante porque este es el procesador que a priori integrarán prácticamente todos los terminales de gama alta del mercado en 2020. Ha ocurrido en 2019 con el Snapdragon 855, ocurrió en 2018 con el Snapdragon 845 y también sucedió lo mismo en 2017 con el Snapdragon 835.
Todos ellos contaban con un módem como parte del diseño del SoC, pero el 865 no lo hará, y eso tiene una consecuencia fundamental: que el módem tendrá que integrarse de otra forma. Con otro chip que ocupará más espacio y consumirá más recursos que si lo hubieran logrado meter en el SoC del Snapdragon 865.
La propia Qualcomm destacaba las ventajas de un diseño con un SoC en el que todo estuviese integrado. En una nota de prensa de 2012 presentaban el Snapdragon S4, y con él, afirmaban «típicamente, cuantos más chips están involucrados al desarrollar un dispositivo, más difícil es conservar la autonomía de la batería y mantener el rendimiento. La consolidación supone buenas noticias para tu batería«. No solo eso: también es buena porque consolidando ahorras dinero.
El impacto para los fabricantes de móviles será claro: de repente tendrán que tener dos chips donde antes solo bastaba con uno, y de hecho teóricamente podríamos ver tanto móviles con el Snapdragon 865 y un módem 5G como móviles con ese SoC y un módem 4G.
Es probable que estos últimos no sean muy populares porque Qualcomm ya ha preparado su plan B: el Snapdragon 765 será el chip 5G destinado a móviles de gama media, y curiosamente este diseño sí logra integrar el módem 5G en el SoC, algo que no sucede en el 865. Las ventajas en coste y eficiencia son a priori evidentes, así que será interesante comparar entre móviles de gama alta y de gama media en muchos de esos ámbitos el año que viene, porque podríamos llevarnos alguna que otra sorpresa.
¿No había poca gente que pagaba más de 1.000 euros por un móvil?
El precio móvil de los smartphones es una métrica que diversas consultoras analizan con cierta frecuencia. La consultora Gfk mostraba como ese precio, que había descendido a nivel global sensiblemente entre 2012 y 2015, rebotaba desde entonces:
Uno de los últimos datos es de febrero de este año, cuando esta misma consultora indicaba que en el cuarto trimestre de 2018 el precio de venta media era de 384 dólares: ya es más alto de lo que lo fue en 2012, pero de hecho ese precio supone una ligera bajada del 2% con respecto al mismo dato del cuatro trimestre del año anterior.
Más allá del precio medio de los smartphones, interesa saber quién está dispuesto a pagar por terminales de gama media o gama alta, que son los primeros a los que llegará la conectividad 5G. Esa característica seguirá siendo bastante exclusiva durante buena parte del año, y probablemente sea una de las claras diferencias entre los terminales más caros y los más asequibles.
En esa franja es donde aparecen las contradicciones. Según Gfk en 2018 de todos los smartphones que se vendieron en el mundo, el 12% tenían un precio por encima de 800 dólares. El dato no parece tan relevante hasta que lo contrastamos con lo que ocurrió en 2017: según esos mismos datos, solo el 9% de smartphones vendidos ese año superaban ese precio.
El salto del 3% no es enorme, pero sí es destacable, sobre todo cuando precisamente son varios los estudios y encuestas que parecen revelar que la gente ya no se gasta un dineral en móviles.
En febrero de 2019 aparecía un estudio de SurveyMonkey según el cual solo el 3% de los encuestados estaba dispuesto a gastar más de 1.000 dólares por un smartphone. La cifra parecía pobre, así que quisimos hacer nuestra propia encuesta en Xataka, que obviamente está condicionada porque el lector de Xataka es un lector interesado en la tecnología y que probablemente invierte más que el usuario medio.
Aún así el resultado fue notable: casi un 8% de los que contestasteis habíais pagado más de 1.000 euros por vuestro smartphone, aunque el porcentaje bajaba al 6,34% en intención de compra: no había tanta gente interesada en gastar ese dinero en su próximo terminal.
Ese dato concuerda en cierta forma con otro de los estudios recientes que publicaba NPD Report. En él, centrado en el mercado de los Estados Unidos, solo el 10% de los usuarios estaría dispuesto en gastar más de 1.000 dólares -o más, que de todo hay– en un smartphone.
El dato, como comentábamos en Xataka en nuestro análisis, parece contradictorio, sobre todo cuando Apple no para de vender sus iPhone -ya no dan datos de unidades vendidas, pero muchos de esos iPhone rondan ese precio- y cuando todos los fabricantes aspiran también a tener bombazos de ventas con sus terminales más caros. En los primeros seis meses desde su aparición Huawei ha logrado vender 16,5 millones de sus Huawei P30 Pro, que no superan los 1.000 dólares salvo en configuraciones con más capacidad, pero que se acercan mucho.
Cuidado con 5G, que viene con curvas
El impacto de las redes 5G en nuestro día a día es difícil de estimar, pero a priori no parece que esa revolución de la que operadoras y fabricantes nos vienen hablando desde hace tiempo vaya a producirse a corto plazo.
Entre otras cosas, porque como explicaban en Ars, los fabricantes tendrán la opción de fabricar sus dispositivos con dos tipos de conectividad 5G: la «Sub-6GHz» o la llamada mmWave 5G. La primera es más fácil de implementar por las bandas de frecuencia utilizadas, tiene mayor cobertura pero las ganancias en velocidades de transferencia serán discretas.
La segunda, algo así como un «5G Premium», no estará disponible tan fácilmente, sobre todo porque las bandas de frecuencia utilizadas (de 24 a 100 GHz) son muy especiales por sus características físicas: ofrecen velocidades asombrosas de descarga de unos 800 Mbps, pero solo cuando estemos muy cerca de la antena de telefonía 5G, la red no esté congestionada y no haya obstáculos de por medio.
Esas ventajas estarán condicionadas por las sombras que asolan a los terminales con conectividad 5G. Algunos de quienes han probado de forma prolongada terminales con ese soporte ya avisan: móviles como el Galaxy S10 5G se calientan y acaban saltando automáticamente a redes 4G para evitar problemas. Es algo que parece afectar a todos los móviles con el módem Qualcomm X50 cuando se alcanzan o superan los 29 °C de temperatura en estos chips, una cifra que no debería ser preocupante pero que parece poner en riesgo las prestaciones de ese módem.
Para la mayoría de los usuarios, de hecho, estas opciones no serán demasiado llamativas: la conectividad 4G está muy asentada y ofrece muy buenas prestaciones en casi todos los ámbitos, y parece que 5G está tratando de generar unas expectativas que quizás no se hagan realidad hasta que pasen unos años y veamos cómo las otras revoluciones (coche conectado, IoT, juego en la nube) sí puedan sacar partido de estas mejoras que nos trae la conectividad 5G.
Hasta que ese momento llegue, cuidado con los terminales 5G que nos inundarán en 2020, porque el coste de integrar 5G de forma separada a SoCs como el Snapdragon 865 podría hacer que estos smartphones nos acaben saliendo muy caros. No solo por el precio en sí, sino porque además su eficiencia podría volver a poner en problemas la autonomía de nuestros móviles o incluso no cumplir con las expectativas que la industria nos lleva vendiendo desde que comenzó a hablarse de la revolución 5G.
Nuestro compañero José García ya mostraba su experiencia usando un terminal 5G durante dos semanas en verano de 2019. Sus conclusiones eran claras: las velocidades de descarga eran mejores, pero el salto no era drástico. De hecho añadía que las tarifas de datos ilimitadas son casi obligatorias para poder disfrutar de esta conectividad.
Para él «el 5G tiene potencial, pero su escasa cobertura actual y la falta de aplicaciones que le saquen provecho dejan ver que todavía tiene camino por delante», y de hecho el esfuerzo de despliegue de 5G en España mostraba la propia opinión de las operadoras, que parecían haber relajado su discurso.
Así, en Orange afirmaban que «no vamos a desplegar red solo por el hecho de desplegarla», mientras que los responsables de Telefónica iban más allá al indicar que «a día de hoy podemos decir que el 5G no aporta nada respecto al 4G«.
La revolución 5G, por tanto, parece que tendrá que esperar, pero cuidado, porque los fabricantes de móviles aprovecharán para subir el precio de sus móviles, y lo harán con parte de razón: los chips 5G añaden complejidad y costes adicionales a sus diseños actuales, así que un terminal exactamente igual al que tenemos pero con conectividad 5G saldrá más caro sin que -al menos por ahora- vayamos a notar una gran diferencia positiva, y sí podamos notar diferencias negativas.
La realidad plantea por tanto dudas respecto al papel inicial de 5G en nuestras vidas. No se puede negar que 5G va a tener un papel relevante en muchas áreas que apuntan al futuro -sobre todo en los grandes núcleos urbanos-, pero cuidado, porque parece que tardaremos algo de tiempo en disfrutar de esas ventajas. Precaución pues.
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