Desvelan el último gran misterio de la Isla de Pascua: ¿Por qué los moái están donde están?
Durante décadas se han barajado muchas teorías sobre la ubicación de las 900 estatuas conocidas en la isla. Ahora tenemos una explicación convincente de por qué las pusieron ahí
Durante años, la Isla de Pascua ha representado una metáfora de lo mejor y lo peor del ser humano. Según los historiadores, aquellos mismos rapa nui que construyeron los moái —las celebérrimas estatuas que pueblan la isla— fueron también responsables de consumir todos los recursos de la isla, lo que condujo a guerras civiles, enfermedades y un abandono casi súbito de la vida allí.
Ahora, un grupo de científicos se ha propuesto desvelar los antiguos misterios que rodean a esta enigmática cultura. Los resultados, que aparecen esta semana en ‘PLOS ONE‘, echan por tierra mucho de lo que se suponía sobre los ‘rapa nui’ y ayudan a explicar, entre otras cosas, por qué estas gigantescas estatuas de más de cinco toneladas de peso (en algunos casos superaron las 80 toneladas) estaban donde estaban.
Los investigadores utilizaron modelos espaciales para explorar la relación entre los lugares de construcción de los 900 moái conocidos y los recursos disponibles en Rapa Nui: huertos agrícolas, recursos marinos y fuentes de agua dulce. El análisis arrojó que las ubicaciones de estos ‘ahu’, la plataforma ceremonial donde se ubicaba cada monumento, se explica por su proximidad a las limitadas fuentes de agua dulce de la isla.
«La disponibilidad de agua, o la falta de ella, ha sido mencionado a menudo por los investigadores que trabajan en Isla de Pascua», explica Carl Lipo, antropólogo de la Universidad de Binghamton (Nueva York, Estados Unidos) involucrado en el estudio. «Cuando comenzamos a examinar los detalles de la hidrología, comenzamos a notar que el acceso al agua dulce y la ubicación de las estatuas estaban estrechamente vinculados«.
El terreno volcánico del que está hecha Pascua no permite tener ríos o arroyos, pero filtra el agua y la libera por determinadas zonas. Lipo fue el investigador que descubrió, hace unos meses, que los habitantes de la isla sabían cómo extraer este agua dulce que brotaba de algunos puntos durante las mareas bajas. «Cuando comenzamos a observar las áreas alrededor de los ‘ahu’ encontramos que esas ubicaciones estaban exactamente vinculadas a los lugares donde emerge el agua fresca subterránea», en forma de una capa difusa que fluye hacia el océano.
¿Estatuas que señalan fuentes?
Cuanto más observaban, más claro y consistente aparecía este patrón. En los lugares sin estatuas no había agua dulce. «Incluso cuando encontramos un ‘ahu’ o moái en el interior de la isla, encontramos cerca fuentes de agua potable», apunta el antropólogo.
Es la primera vez en la que esta asociación entre moáis y fuentes de agua potable se demuestra con pruebas. «Nuestro estudio presenta modelos espaciales cuantitativos que muestran claramente que los ‘ahu’ están asociados con fuentes de agua dulce de una forma que no aparece con otros recursos», añade Robert DiNapoli, antropólogo en la Universidad de Oregon y autor principal del trabajo.
Estas revelaciones no sólo vierten luz sobre uno de los misterios más prolongados de los que rodean a esta peculiar isla, sino que también dan nuevas pistas sobre la sociedad aborigen que habitó en ella durante siglos. La teoría que emerge es que, después de todo, la civilización pascuense no se vino abajo por guerras civiles sino más probablemente por la acción exterior de los conquistadores españoles, ingleses, franceses u holandeses.
Que los monumentos y las estatuas de los ancestros deificados de los isleños se ubicaran cerca de estas fuentes de agua refleja, para los investigadores, una cultura prolongada de colaboración alrededor de estos recursos «centrados en el agua, pero también en los lazos alimentarios, familiares y sociales, así como en la tradición cultural que reforzó el conocimiento de la precaria sostenibilidad de la isla», indica Terry Hunt, de la Universidad de Arizona y otro de los investigadores implicados.
«El hecho de compartir apunta a algo fundamental para explicar la paradoja de la isla: a pesar de los recursos limitados, sus habitantes tuvieron éxito, compartieron actividades, conocimientos y recursos durante más de 500 años hasta que los contactos europeos interrumpieron la vida allí con enfermedades extranjeras, el comercio de esclavos y otras desgracias derivadas de sus intereses coloniales», concluye Hunt.
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