Bajo 900 metros de hielo y en plena oscuridad
Hay mares, grandes extensiones de agua, que viven bajo una enorme placa de hielo. A veces, de un kilómetro de grosos. Si ya de por sí los océanos son uno de los grandes desconocidos de la ciencia actual, esos mares son verdaderas incógnitas. Sobre todo, porque nunca nos han llamado demasiado la atención: estábamos convencidos de que a medida que esas regiones se alejan de las aguas abiertas bañadas por la luz del sol, la vida se hace menos abundante.
Siguiendo esa lógica, las grandes regiones antárticas del océano debían ser desiertos con poco interés biológico. Y, de hecho, los estudios que se habían desarrollado apuntaban a que había algunos carroñeros y pequeños depredadores como peces, gusanos o medusas. Pero se pensaba que eran especímenes perdidos en una región biológicamente vacía sin todos esos organismos estáticos que viven de lo que se filtra de la superficie y constituyen la base de los ecosistemas normales.
¿La noticia? Que como la naturaleza no se cansa de darnos con su creatividad en la cara, acabamos de encontrar seres vivos similares a las esponjas donde creíamos que no era posible.
Lo que ocurre allá donde nadie se lo espera
El equipo de la British Antartic Survey, perforó 900 metros de hielo al sureste del mar de Weddell, en la plataforma Filchner-Ronne. Allá abajo, a 260 kilómetros del mar abierto, en la más absoluta de las oscuridades y a una temperatura de -2,2 grados, los investigadores se dieron de bruces con estas especies (aparentemente) desconocidas adheridas a las rocas del fondo marino.
El descubrimiento da la vuelta a un montón de ideas preconcebidas, pero sobre plantea cuestiones la mar de interesantes: «¿cómo llegaron allí [esas especies]? ¿Qué están comiendo? ¿Cuánto tiempo han estado ahí? ¿Cómo de comunes son estas rocas cubiertas de vida? ¿Son las mismas especies que conocemos o se trata de otras distintas? ¿Qué pasaría con estas comunidades si la plataforma de hielo colapsara?».
Tras darles muchas vueltas a la estructura de las corrientes, los investigadores piensan que estas formas de vida sobreviven por la corriente de un río que les provee de material orgánico desde más de 1.500 kilómetros de distancia. Las otras opciones que barajaban es recolectar nutrientes de los glaciares que se derriten o de compuestos químicos producidos «al calor» de las filtraciones de metano. Es decir, que queda mucho por investigar.
Como es lógico, por otro lado. Hay que tener en cuenta que hablamos de una extensión cercana al millón y medio de kilómetros cuadrados del que solo se ha estudiado el área equivalente al tamaño a una pista de tenis. Es razonable esperar que todos esos metros cuadrados nos esperen muchas sorpresas y que, algunas de ellas, nos ayuden a entender mucho mejor la verdadera naturaleza de la vida.
FUENTE
XATAKA